A estas alturas yo me preguntaba:
¿ES ESTE EL EVANGELIO Y LA IGLESIA QUE NOS DEJÓ JESUCRISTO?
Cuando terminó el rock, el hermano que estaba a mi lado en el asiento del pasillo, se volvió a saludarme, desentonadamente vestido con saco y corbata, con acento de la región andina de mi país, extranjero para nuestra costa Caribe, quien resultó ser el pastor que seguidamente caminó a ocupar su lugar en el púlpito-escenario.
Pero al hacer los anuncios quedé aún más sorprendido, pues estaba en la iglesia-filial en nuestra ciudad de la Misión Carismática Internacional (Matriz del sistema piramidal G-12) de César Castellanos.
Lo que sucedió en adelante fue una serie de extrañas, aberrantes y extraviadas doctrinas o herejías, que sinceramente tuve que hacer un esfuerzo por permanecer casi hasta el final.
Entre los anuncios informaron sobre los próximos “Encuentros” a realizarse, de mujeres y de parejas, para lo cual debían inscribirse e ir abonando semanalmente una suma de dinero hasta completar el elevado costo de la participación. Pedían que levantaran la mano quienes aún no habían tenido la experiencia del “Encuentro”, mediante la cual nacerían de nuevo y serían libres de las maldiciones heredadas de generaciones pasadas. La conversión a Cristo supuestamente no sirve de nada si no hacen ese “Encuentro”.
Antes de la predicación, el pastor dijo a la congregación que oráramos y dio o recordó unas instrucciones para la oración, diciendo:<< Usted no mencione que tiene un problema o una necesidad, sino que debe profetizar y confesar que ese problema ya está resuelto por la palabra que usted declara o pronuncia. Diga: yo estoy sano, yo estoy próspero, las deudas son canceladas, tengo éxito en mis negocios, por la palabra que estoy profetizando >>etc.
Por este estilo fue la oración colectiva y se pueden imaginar el vocerío desordenado en altavoz de todos y cada uno profetizando o confesando sus “sueños”, anhelos y declaraciones de éxito o prosperidad y de problemas resueltos. No solamente vociferaban sus declaraciones perentorias y proféticas, sino que le ordenaban al problema personalizándolo (o tal vez considerando cada problema como un demonio literal) que se fueran, por la palabra que cada uno declaraba.
Mi perplejidad aumentó, pues allí no le piden a Dios, sino que cada uno ordena, declara y “profetiza” de su propia voluntad, como pequeños dioses que no necesitan humillarse y pedirle al Dios Padre. Era la herejía de “la Confesión positiva” en acción.
Yo me preguntaba y aun me pregunto: ¿Qué explicación darán los predicadores de la confesión positiva cuando Dios en su soberana voluntad no quiera concedernos nuestros “sueños”, visualizaciones y declaraciones “proféticas”, sino todo lo contrario?
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